El brazo del argonauta


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El argonauta es una especie de pulpo cuya hembra segrega una elegante concha delgada como el papel. Habitan las zonas de la superficie pelágica de los mares cálidos, donde se desplazan propulsando agua por su sifón.
El macho, que carece de concha, es además unas veinte veces menor que le hembra.



El tamaño no importa



Los machos de Argonauta, que no construyen conchas, tienen un tamaño 20 veces inferior al de la hembra. Son tan diminutos que durante mucho tiempo se ignoró su existencia. La historia de cómo fueron descubiertos constituye uno de los capítulos más famosos y divertidos de la historia natural.

En 1827, el zoólogo italiano Stefano delle Chiaje descubrió un pequeño cuerpo pegado a una hembra de argonauta. Después de estudiarlo detenidamente, concluyó que se trataba de un parásito. Dos años más tarde, el barón Georges Cuvier recibió otros cinco ejemplares de este extraño cuerpo y también dedujo que se trataba de parásitos, llegando incluso a establecer un nuevo género para la ciencia. Dado que se parecía mucho al brazo de un pulpo y de que incluso tenía varias filas de ventosas, bautizó al nuevo género como Hectocotylus, que viene a significar algo así como “brazo con cien ventosas”. El prestigio científico y la influencia de Cuvier eran tan grandes, que durante mucho tiempo su diagnóstico se dio por bueno sin apenas discusión.

Pero conforme aumentaba la información acerca de la biología de los argonautas, algunos científicos comenzaron a sospechar que algo no encajaba bien. Entre estos científicos escépticos se encontraba el suizo Albert Kölliker, que entre 1845 y 1846 publicó varios artículos en los que describía como había descubierto que la piel del supuesto parásito contenía cromatóforos, las células pigmentadas tan características de los cefalópodos. También descubrió que tenía decenas de pequeñas cavidades llenas de espermatozoides. Kölliker estuvo a punto de desentrañar el doble misterio de la reproducción de los argonautas y la existencia del diminuto macho, pero entonces cometió un error fatal. Quizá demasiado ansioso por conseguir la gloria que suponía el descubrimiento, se precipitó al concluir que el parásito de Cuvier era en realidad el macho del Argonauta.

Finalmente se descubrió que tanto Cuvier como Kölliker estaban equivocados. El extraño cuerpo que ambos describieron erróneamente como un organismo autónomo era en realidad el brazo que el macho de Argonauta utiliza para introducir el esperma en el cuerpo de la hembra. Lo que sucede es que, después de la cópula, el brazo se desprende y permanece fijo a ella. En 1853 el zoólogo alemán Heinrich Müller encontró en el estrecho de Messina varios argonautas diminutos carentes de concha que tenían entre los brazos sacos llenos de esperma. Müller había descubierto por fin al macho de los argonautas y así resolvió la segunda parte del apasionante misterio.

Via Casa de Ciencias

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